8:43 horas,  29 de Septiembre

La ansiedad me sobrepasa, llegó el día. Si ese mismo que había esperado toda la semana y desde que terminó el último clásico. Me despierto espontáneamente, sin algún altercado a mí alrededor, pero con un sonido desde lo más profundo de mi alma, ese sonido de la imaginación, de los recuerdos. Al instante, inmediatamente después que abro los ojos, no se me viene otra cosa que pensar en el famoso Clásico Porteño, intento conciliar el sueño nuevamente, pero es imposible, se me vienen a la mente los goles de Carlos Muñoz, Joel Soto, Gigena  y tantos otros  más. Hoy era el día, donde debíamos retomar esa confianza y tener la actitud para saborear  la venganza, los dientes se me apretaban más que nunca y estaba expectante a que en unas horas más estaría ya en el estadio alentando al equipo de mis amores. No existen palabras para explicarles todos los sentimientos que tuve horas antes del partido, solo ustedes pueden entender, ya que todo Wanderino vive esas horas de forma parecida.

Me conecto al twitter y no es sorpresa, varios caturros un domingo a las 9 de la mañana hablando y palpitando lo que ya sería el partido, todos dándose ánimos entre ellos. Hay gente que no se conoce, que no sabe como es la cara de las otras personas, sin embargo saben identificar lo que todo wanderino vivimos, la pasión que nos une.

14:10 horas, 29 de Septiembre

Llegó la hora de partir hacia Quillota, todo hacía presumir que el calor iba ser infernal, pero nada de eso podría empañar este sentimiento. Cinco personas en un auto viviendo este proceso en su interior, comentando lo que sería del partido y que no existía la posibilidad de perder.

Estacionamos, emprendemos rumbo al estadio y los S-A-N  se multiplicaban, se respiraba en el ambiente el clásico. Los vecinos aledaños al estadio con voz tímida nos decían “Ojalá ganen” (Quizás por miedo, o tal vez, lo decían sinceramente), todo esto iba aumentando la frecuencia cardiaca, los nervios se multiplicaban.

Se siente la algarabía, el estadio es completamente  verde (Excepto en el lado sur donde algunos hinchas enfriaban el espectáculo). Cómo lo imaginaba, la familia caturra se hacía presente, desde abuelitos, a niños. Unos pintados en la cara, otros con Gorros, otros con banderas. No hay descripción posible, ver esas caras esperando venganza es impagable.

Pitazo inicial, todo lo vivido anteriormente se reflejaban en 90 minutos, había que sacar la tarea adelante con un solo camino, el coraje y la garra. Sorprendentemente, todo lo que no había pasado en los clásicos anteriores, se empezaba a reflejar ahora. Todos corriendo, todos poniendo huevos.  Corrían los minutos y la ilusión se apoderaba de mí, de mis amigos, mi polola, y de todo el público que entonaba las canciones del club de mis amores. El análisis futbolístico no es para esta columna, pero los gritos de gol salían del alma, estuvieron encerrados por un tiempo, esperando la venganza, y así se empezaban a reflejar en los tres goles convertidos.

18:00 horas, 29 de Septiembre

La celebración, el momento que todos añoramos después de unos meses, se disfrutaba el doble. Era el momento de los abrazos, el momento de gritar con el alma y también el momento de aplaudir a los jugadores, que tuvieron venganza, y que demostraron que para estar en Santiago Wanderers se necesitan cojones. Todo es felicidad, el camino de regreso, los tacos nos provocan placer, pagar el peaje no es problema. Todo fluye, se disfruta, se vive el momento con una sensación especial, se logró lo que todos soñábamos en la semana. No queríamos otra desilusión, volvimos a la costumbre de septiembre, el mes donde los ratones vuelven a sus madrigueras, y permiten que los loros entonen su mejor melodía, una que dice en una de sus frases “CON HONOR, CON VALOR”.

José Tomás Gubler Cruz
@josetogubler
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