Los textos acá presentados corresponden al libro “Wanderers, Biografía Anecdótica de un Club” publicado por Ediciones Stadium en 1952 y escrito por el ex dirigente Manuel Díaz Omnes. Consta de 24 capítulos y Eseaene.cl, en el mes del 121 aniversario, te entrega desde el domingo 4 y hasta el gran 15 de agosto dos de éstos en forma diaria y con ilustraciones para que puedas conocer lo que fue el primer esfuerzo por contar la historia de la institución más hermosa del mundo.

pedro vergara 1920Esta es la selección chilena que participó en el Sudamericano de 1920 desarrollado en el Valparaíso Sporting Club de Viña del Mar. En el círculo rojo se destaca al coquimbano Pedro Vergara, protagonista principal del capítulo XIII del libro (foto: CD Nueva Estrella del Mar)


SEGUNDA PARTE: PARTIÓ SANTIAGO WANDERERS…
CAPÍTULO XIII: UN JUGADOR HURTADO DE COQUIMBO Y SU CONCENTRACIÓN POLICIAL

Corría a toda prisa el eufórico año veinte, el año del “Cielito Lindo” y del Campeonato Sudamericano de Football de Viña del Mar. Sólo se hablaba de Alessandri y de Bertone. Los deportistas se preocupaban más de lo que hacía este último que de lo que prometía el primero.

Esta tarde entrenan los seleccionados en la cancha de Carabineros (N. de la R: posteriomente Estadio Ferroviario de Valparaíso)-, se informaba.

Y los estudiantes hacían la “chancha” para llegar de los primeros a la Caleta Jaime, mientras los adultos, apenas abandonadas fábricas u oficinas, se disponían a marginar la cancha para ver como preparaba el equipo “el maestro”.

El Teniente Carlos Serrano Ballon, de Carabineros de Barón, ordenaba a la tropa dejara ésta bien regada, con el beneplácito de su jefe, el capitán Abraham Salas Guerra.

Ya a la media tarde llegaba Bertone con sus “probables” y “posibles”, los formaba en círculo en el medio de la cancha y comenzaba el adiestramiento, con juego de cabeza.

-Ese que cabeceó-, informaba Emilio Álvarez, el sabihondo hablador que nunca faltaba, pues como último alero ad honorem de Wanderers conocía a todos los jugadores, desde el cuarto equipo para arriba. –Ese que cabeceó, repetía, es Bolados.
-¿Cuál?
-Ese medio gordito que ahora se está arreglando el zapato.
-¡Ah!…
-¿Y quién es ese flaco de “yoqui” –le consultaban-, que está al lado del gordito de jersey blanco?
-El flaco es Bernal, el suplente del Maestro Guerrero, casualmente el más gordo.

Y los cabros se agrupaban en torno de este “sabelotodo” y repartían sus miradas entre los jugadores y los labios de Emilio, el informante.

-Ese grandote que está al lado de Poirier -seguía informando y lo indicaba con el dedo-, es Cartagena, de Wanderers. Pero parece que Bertone no la va a tomar en cuenta porque es muy cochino.

Y Álvarez, a pesar de estar convaleciente, pues venía recién saliendo de una bronconeumonía, por lo que no asistía a su trabajo en la Fábrica Hucke, con el cuelo del abrigo subido hasta las narices, seguía demostrando su sapiencia, ante los ojos abismados de cabros y adultos que se agrupaban en su torno.

-Aquel es Unzaga. El que ahora chutea es France. Son de Talcahuano.
-¡Lo mismo que Varas!…
-Y que Domínguez y Elgueta -agregaba-, los penquistas tienen muy buenos jugadores.

Y mientras Bertone, Don Juan Carlos, iba ensamblando las piezas que constituirían el futuro equipo de fútbol de Chile, iban llegando los dirigentes a echar una “loreada”, entre los que se destacaban Ricardo González Aguirre, Julio Montaner, Guillermo López Pérez y Pedro Cortés Besa, junto al infaltable Capitán Salas.

Luego, ya caída la tarde, hacía su entrada Goyo Arriaza, seguía el grandote Enrique Erenberg –don Otto le decían-, luciendo impecables tenidas futbolísticas, dispuestos a alternar con los preseleccionados, sin pensar en Arriaza, tal vez, que con el tiempo y la garúa, se iba a transformar en periodista, para pegarle palos duro y parejo a su antiguo club desde las episcopales columnas de un diario capitalino.

Pero el jugador, que sin duda alguna, llamaba la atención de los aficionados, era Pedro Vergara, el gran backs que el Chato Cárdenas –Don Enrique- se había hurtado en Coquimbo hacía solo unos meses –en diciembre de 1919-, cuando la Liga de Valparaíso fue a jugar a ese puerto un partido que no alcanzó a terminar, en disputa de la “Copa Fell” , trofeo que Víctor Romero se trajo a Valparaíso, contra viento y marea, y bajo una lluvia de peñascazos y “garabatos” surtidos.

El Chato Cárdenas, primer capitán de las huestes wanderinas, cuando vio jugar a Vergara pensó inmediatamente en su club y después de ofrecerle este mundo y el otro, en tenida de futbolista, lo embarcó en el “Palena” y se lo trajo a la Perla del Pacífico, para que lo sustituyera en su puesto de back, pues deseaba acogerse al retiro de las canchas, sin jubilación.

Vergara, la maravilla coquimbana, maravilló también a Bertone e inmediatamente el “maestro” lo incluyó como titular en la selección nacional.

Pero es el caso de que Vergara era tan amante del fútbol como del “mosto”; y daba rienda suelta a sus aficiones, abandonando el trabajo que el Chato le había conseguido en los Ferrocarriles, para convivir en las cantinas con sus admiradores y dejarlos después bien contentos con sus destacadas actuaciones en canchas.

Montaner, el presidente verde, a pesar de no ser abstemio, no comulgaba con las expansiones de Vergara, por lo que hubo que recurrir a la cooperación del Capitán Abraham Salas que, como jefe de Carabineros y dirigente de Wanderers, encontró una forma expedita para concentrar al jugador.

-Para el domingo -se quejaba Don Julio ante don Abraham-, tenemos un serio compromiso y Pedro, Capitán, anda en las “tomas”.
-Déjelo, presidente, por mi cuenta, respondía el guatón Salas y daba inmediatamente instrucciones a una pareja de carabineros para que saliera de ronda por los boliches de Avenida Brasil o por los negocios de Caleta Jaime, en donde para pasar una presa de pescado frito había que tomarse un “doble”.

Antes de anochecer los carabineros llegaban al local preciso donde se encontraba Vergara y sin la menor contemplación se le llevaba “detenido” al Escuadrón. El Teniente Serrano lo encerraba en un calabozo ad-hoc y allí pasaba la maravilla, bien comido y bien cuidado, la noche del viernes, el sábado y la mañana del domingo, hasta que llegaban los dirigentes wanderinos a “sacar” al jugador, que debía jugar dos horas después.

Como los camarines de la cancha estaban en el mismo cuarto, era fácil llevar al “detenido” a la guardia, en donde Montaner lo reprendía.

-Pe, pe, pero Vergara, hasta cuánto te va-va-vamos a estar pagando multas. Parece que, que tú te olvidas de tus obligaciones con el club.

Vergara, humilde, bajaba la cabeza, se sonreía y pedía su equipo deportivo; y así entraba en seguida a la cancha, convertido en un león, después de haber ingerido medio “pato”, para apagar la sed de dos días. No cabe la menor duda de que las concentraciones deportivas del fútbol amateur, eran mucho más económicas que las “profesionales” de hoy.

salon sede 1924Así lucía el salón de reuniones de la sede de Wanderers en 1924. Probablemente este lugar se encontraba en un edificio de Avenida Pedro Montt, donde dos años después ocurrirían los episodios que se relatan a continuación (foto: Los Sports)


SEGUNDA PARTE: PARTIÓ SANTIAGO WANDERERS…

CAPÍTULO XIV: LAS TRES B

Los preparativos para la renovación del directorio habían levantado alta presión, pues se le echaba carbón a las dos calderas; a la izquierda y a la derecha. Lo mismo que en la política.

Montaner, don Julio, ex presidente y con unas ganas enormes de volverse a terciar la banda, mostraba sus entorchados y pergaminos -creador de la Rama de Water Polo, Campeón de 1920 y padre espiritual y mantenedor de la Rama de Box, Campeón de Chile frente al Ursus de Santiago- con lo que creía su elección asegurada.

Además iba jineteado por el Roto Morán –don Andrés- y el Paco Méndez –don Abelardo- dos macucos en estas lides eleccionarias y que como sabían mucho no se dejarían arrebatar el triunfo así no más.

Pero es el caso de que el presidente en ejercicio había levantado su candidatura, considerándose también asegurado, pues ésta era dirigida por Humberto Elgueta, nada menos que el capitán del primer equipo.

En este predicamento, el Chino González –don Arturo- hacía sus cálculos electorales, mientras Elgueta le proporcionaba los informes más optimistas.

-Todo el primer equipo lo tengo dado vuelta -informaba-, Montaner no tiene ni un solo voto de los jugadores.
Como en ese tiempo -1926- los jugadores eran absolutamente amateurs, no solo actuaban como asambleístas, sino que contribuían con sus votos a la elección del Directorio y formaban, también, parte de él.
-Tú serás elegido primer capitán, ofrecía el Chino González a su generalísimo, mientras Elgueta agradecía esta compensación a sus trabajos, con una amplia sonrisa.

Cuando Montaner se dio cuenta del cambullón de sus adversarios, se sintió hombre al agua y llamó, todo compungido, a sus adláteres.
El Chino y Elgueta, nos tienen montada una máquina, informó. -Parece que estamos quedando solos, con nuestros votos.
-Algo habíamos husmeado, repuso el Roto Morán, un tanto intranquilo. Pero a nosotros no nos ganan así no más ¿No es cierto, negro?
-¡Claro que no!!-, exclamó Méndez con esa eterna sonrisa que lo ha acompañado toda la vida. En la cancha se ven los gallos, don Julio, agregó.
-O, o, o, o, ojalá- se limitó a responder Montaner, más tartamudo y nervioso que nunca.

Méndez y Morán, muy sueltos de cuerpo en los días que faltaban para la votación, se dedicaron a organizar sus electores, con un entusiasmo digno de mejor causa.

Recorrieron todas las comisarías de Valparaíso -por algo eran funcionarios civiles del Cuerpo-, e inscribieron casi a toda la tropa como jugadores del tercer equipo, con sus cuotas al día y, lo que es más esencial, con derecho a voto.

El local del Club se hacía estrecho para recibir las visitas y pagos de cuotas de tantos socios, pues los auténticos jugadores del Tercero, iban presentando a sus compañeros de equipo o Comisarías, que estaban atrasados en sus cuotas porque no tenían tiempo o habían estado de guardia.

El Tesorero contaba los pesos satisfecho y no se preocupaba de más, mientras Elgueta, a la cabeza de sus jugadores, repartía votos y hacía propaganda con el triunfo asegurado entre manos. Mientras tanto, Montaner sudaba tinta china y tenía tan trabada la lengua que ya no conversaba con nadie.

Sin embargo, el Chino González –don Arturo- se sentía tan seguro que repartía saludos “presidenciales”, despreciando olímpicamente a don Julio, a quien se le había entrado el habla.

El callejón –así denominaban la sede social del Club ubicado en Avenida Pedro Montt, entre las calles Freire y Rodríguez, por el hecho de tener a su entrada un pasadizo de media cuadra- se hacía estrecho para dar paso a tanto asociado, por lo que estos debían transitar por él en fila india.

Llegada la noche de la elección, el amplio salón central en donde estaba siempre ubicado el ring, había sido despojado de este para dar cabida a las sillas y bancas en que se aposentarían los votantes.

Apenas iniciada la votación, la mesa receptora de sufragios pudo constatar que el Chino estaba ganando lejos y que a Montaner solo le quedaba entregar la angarilla y mandarse a mudar a su empresa de pompas fúnebres.

Y cuando el acto eleccionario parecía haber llegado a su término, aparecieron Morán y Méndez, sudorosos y risueños, en la amplia sala de sesiones.

-¿Viene a votar?, consultó el presidente de la mesa.
-¡Pero claro!, exclamó Morán que se mostraba alegre, a pesar de lo agitado. Venimos a votar y con toda nuestra gente, agregó.
Y haciendo una reverencia abandonó la sala, para dirigirse al “callejón” en donde no menos de ciento sesenta “paisanos” esperaban a discreción, apoyados en la muralla.
¡¡¡Tercer equipo, atención…firrrme!!!…, ordenó y un solo taconazo se sintió a lo largo del callejón.
-A la dee…rééé…De frente, marrr…

Y con taconazos acompasados, de un, dos , un, dos, que levantaban polvo sobre el entablado, entraron a la sala todos los “jugadores” del tercero que con arrestos militares iban votando y tomando asiento.

Efectuado el escrutinio, el triunvirato Montaner, Morán y Méndez –las tres emes- ganaron la elección de aquí a Penco, por lo que sus contendores, celebrando su “macuquería”, les bautizaron las tres “B”.

  • Este domingo por la noche publicaremos el capítulo XV y XVI titulados “El negro no es negro, sino verde” y “No puede cumplir su última misión, Capitán”, respectivamente.