Hablar de los años 80 es hablar de tiempos difíciles para Wanderers. Tras un nuevo descenso en 1984 sobrevinieron una serie de malas campañas, lo que sumado a los problemas económicos existentes en el club, configuraba un escenario cada vez más oscuro. Por aquel entonces, el director del Decano, Mario Cortés, aseguraba que la institución vivía el momento más difícil en sus casi 100 años, y hacía un llamado a toda la parcialidad caturra para que asistiera al estadio a apoyar al equipo. La meta era clara: se necesitaba reunir un millón de pesos en un plazo máximo de diez días para pagar la planilla del plantel correspondiente al mes de febrero. De lo contrario, el club sería desafiliado de la Asociación Central de Fútbol, lo cual implicaba la pérdida de su capital, pues según el reglamento vigente, los jugadores quedarían en libertad de acción.
El panorama era complejo, Valparaíso había sido azotado por un terremoto el 3 de marzo, motivo por el cual muchos porteños resultaron damnificados. Se requería pues, del esfuerzo adicional de todos quienes apoyaban incondicionalmente al club, ya que en esta como en tantas otras veces, Wanderers necesitaba del apoyo de su gente para salvarse.
Según registran las ediciones del Mercurio de Valparaíso de la época, las muestras de preocupación no tardaron en llegar. Mientras los dirigentes convocaban a un cabildo abierto, ex dirigentes de la institución hacían un llamado a los porteños a cuadrarse con el equipo, pues “todos tenemos que ayudar a Wanderers y la ciudad entera debe cooperar”. Desde Quilpué un hincha donaba una máquina tocadora de discos para ser vendida en beneficio del club, en tanto otro hincha socio de la institución giraba un cheque por 2 mil pesos como cuota extraordinaria.
El aporte más conmovedor, sin embargo, vendría de parte de un niño de 12 años de nombre Francisco Córdova, quien acudió a la sede del club para hacer su pequeño pero significativo aporte de 50 pesos para salvar a Wanderers. Si bien la cifra aportada estaba muy lejos de ser lo que la institución requería, el gesto del niño dejó de manifiesto el recurso más valioso que todo wanderino posee y que está dispuesto a entregar sin medida: el amor por su club.
Foto: El Mercurio de Valparaíso, 21 de abril de 1985
Comenta con Facebook