Por: Jose Alarcón (@ElJoseSW)

 

Puede ser un concepto manoseado, de hecho considero que lo es, pero me aventuro a decirlo de todas manera, el fútbol es todo, es vida es muerte, es política, es aventura, es lucha, en esencia una pasión irremediable, que ha separado personas y ha provocado hasta guerras (recomiendo «la guerra del fútbol» de Kapuscinski), pero más importante aún ha unido a pueblos que durante años le han inyectado a su club una esencia, algo más que simplemente un color de camiseta o un grito, eso sucede con Wanderers.

Desde hace 121 años que una revolución nace desde las entrañas de una ciudad que de dificultades sabe bastante, esto es el nacimiento del Decano club porteño Santiago Wanderers, si bien las actividades realizadas el jueves 15 de agosto fueron acompañadas por un clima -casi- perfecto se iniciaron bastante frías, por decirlo menos, ésta es mi visión de lo sucedido ese día y lo que -creo- deberíamos tener presente al momento de mirar nuestro futuro a corto y largo plazo.

 El 15 de agosto del 2013 las 10.30 en la iglesia La Matriz se llevo a cabo una misa conmemorativa por los 121 años del equipo más antiguo de Chile, tal vez por el laicisimo imperante en la wanderinidad o porque la fiesta empezó muy temprano se vio una muy baja convocatoria, lamentable sobre todo porque el encargado de ésta ceremonia el Padre Gonzalo Bravo, capellán de Santiago Wanderers, algo así como un volante creativo ‘panzer’ de esos que envía Dios.

Posteriormente con más gente (y prensa) se realizó el descubrimiento de la placa que muestra dónde se ubicó la antigua Sede del club porteño en calle Lira, aunque de «calle» no tiene mucho, un casi pasaje, casi. Nota aparte el grupo de «futbolistas» (las » son porque desconozco si el 100% lo será) de las series menores que al escuchar algunas frases de la socia vitalicia del Club verde solo rieron burlescamente y no tomaron en serio nada de lo que ella intentó decir, está bien que los adultos mayores puedan tener su forma de decir las cosas, pero el respeto es algo que todo futbolista, identificado o no con sus colores, debe tener. Menos tatuajes, peinados, ganas de conseguir dinero rápido y más preocupación por los que representan. Por cierto, nuestra distinguidísima autoridad el Sr. Alcalde al parecer olvidó ir a la actividad, un escenario, un par de banderas y un equipo de amplificación lo extrañaron en calle Lira.

 Para cerrar el día de actividades se realizó en la actual Sede de Wanderers una ceremonia con el fin de reconocer a ciertos integrantes de la familia caturra y algunos que han formado parte de ésta. Engalanada por algunos exjugadores y otros ídolos porteños se premió a los de verdad, esos que llevan años con la sangre verde, los que saben que Wanderers es más que simplemente un club, en esto me quiero detener, no simplemente para felicitar a los que llevan años de socios o quienes han sido esforzados colaboradores de ésta religión que nos lleva a estar con el alma en un hilo semana tras semana.

 Los últimos años no han sido lo que esperamos para nuestro club, menos lo que nos contaron nuestros padres  o abuelos, de resultado poco y de ilusión bastante, siempre sufriendo, nada regalado, aunque hace cerca de un año tocamos la cima de la tabla todo fue una ilusión que se esfumó de golpe con esos meses de sombra, o como dice mi viejo de partidos en los que simplemente «…no se nos abrió el arco…», pero somos más que eso, pertenecemos a una raza que de manera masoquista cumple con su ritual aunque la iglesia se caiga a pedazos y los monaguillos escapen, somos el veterano club que se quitó las amarras mentales y físicas que se les impusieron y siguieron adelante, eso somos y debemos ser de aquí en más, nunca las cosas han sido fáciles, no es momento de reclamar fidelidad porque por inercia lo somos, sino de demostrar que somos más fuertes de lo que creen, no porque gritemos más o porque somos más «choros» que el resto, sino esencialmente porque nuestro corazón sabe que los triunfos saben mejor después de haber tocado fondo. De ahora en más somos todos los que sacamos esto adelante, aunque las dificultades surjan inesperadamente, gambetear y salir jugando en pos del futuro verde.

 Un Club lo construyen todos y por lo mismo es necesario que todos formemos parte de las actividades de celebración, pero no simplemente el 15 de agosto, sino todos los días del año, la historia hace grande a Santiago Wanderers, pero más grande lo hacen los hinchas que tras uno, diez, cincuenta o cien años acompañando al Decano han dejado un legado imborrable, que permanece a fuego en la piel de los porteños de verdad, eso que forjan su destino y que han estado en las más negras, porque tal como dicta una frase rayada alguna vez en un muro en el corazón de Playa Ancha «si quererte es sufrir, sufriré eternamente», finalmente no hay mal que dure cien años, menos para el vagabundo.