De gran envergadura física, solidez defensiva, entrega, mística y actitud avasalladora, los Panzers eran un equipo cuyas cualidades son recordadas hasta el día de hoy. Dirigidos técnicamente por José Pérez, destacaban figuras como Vicente Cantatore, Porcel de Peralta, Luis Acevedo, Mario Griguol y Reinaldo Hoffman, entre otros.  Sin embargo, hay un nombre que resulta fundamental a la hora de analizar la campaña que llevaría al decano a alcanzar su segunda estrella: Juan Segundo Olivares Marambio. Bajo los tres palos, se transformó en la prenda de garantía de la valla caturra por aquel entonces. Arquero titular, disputó los 36 partidos de la campaña con notable regularidad y valentía. Jugó por Wanderers en distintas épocas, desde su llegada a fines de los 50, pasando por el campeonato de 1968, volviendo una década después para ayudar a la consecución del título de Segunda división, para finalmente terminar su carrera a comienzos de los 80.

Inicios en el fútbol y su llegada a Wanderers

Oriundo de Viña del Mar, Juan Olivares tuvo su primera experiencia en el fútbol amateur en el club Estrella Naciente de Santa Inés; “como todo joven de barrio, fui seleccionado de Santa Inés, y ahí me tocó jugar con la selección de Valparaíso, que era representada por el juvenil de Santiago Wanderers, y la suerte fue que esa vez venía con ellos don José Pérez, que en ese entonces era el técnico del primer equipo, y don Santiago Rebolledo que era el gerente. Les gustó mucho lo que hice, aunque perdimos 1-0, pero anduve muy bien en ese partido. A la semana siguiente nos tocaba jugar de preliminar del partido de Wanderers con Audax, y ahí también nos ganaron 2-1, y volví a destacar, entonces eso le llamó la atención a don José Pérez y me invitó a jugar por el equipo. Siempre jugué al arco, era muy malo para la pelota, así que me busqué un puesto que era el de arquero y me gustaba, porque había que atajar con las manos o con cualquier parte del cuerpo, y en ese aspecto era valiente para jugar, así que a la gente que me vio empezar le gustó mucho lo que yo hacía y eso me llevó a querer mucho más este puesto y aprender de todos los arqueros que veía. Tuve la suerte que don José Pérez me invitaba a ver los partidos que se jugaban en Santa Laura, y me decía ‘mire, yo lo traigo a usted acá invitado para que vea estos seis porteros (eran reuniones triples en ese entonces). Yo le voy a hacer un examen: de los 6 arqueros que va a ver ahora, ¿cuáles fueron los que le gustaron y porqué?’.  Y la verdad es que me sentía muy alagado, porque me daban un examen  para hacer, y nunca me equivoqué, ya que veía a los arqueros como me gustaba a mí:  ser muy vividor del partido, hablarle permanentemente a sus compañeros, valiente, rápido en las salidas y me llamaba la atención la buena entrega del balón, ya sea con la mano o con el pie, y eso era lo que yo no hacía, yo hacía saques largos pero no iban dirigidos a un jugador, pero eso lo fui practicando y practicando, hasta que después llegué a ser uno de los que mejor sacaba en el país.”

Campeonato de 1968, los Panzers

Siendo el equipo más emblemático en la historia del decano, el equipo de 1968 es recordado por “Juanito” como “un grupo de profesionales que queríamos mucho a este club, y con la ayuda de unos extranjeros que estuvieron, como Mario Griguol, Vicente Cantatore, Roberto Bonano, Elvio Porcel de Peralta y Alberto Ferrero, que nos inculcaban que teníamos que entregarnos al 100% para darle satisfacciones a nuestra hinchada, pudimos conseguir el título. Fue uno de los mejores equipos que tuvo Santiago Wanderers. Llegábamos al estadio a la 13:30 y ya al lado de la tribuna que da al Alejo Barrios estaba llena con un sol que mordía muy fuerte, entonces llegábamos nosotros con los extranjeros  y decíamos ‘muchachitos ¿ven a esa gente que está al frente con paraguas cuidándose del sol? No hay que defraudarlos, hay que entregarse al 100% para darle una satisfacción, porque miren a la hora que están tomando ese tremendo sol, cómo deben estar’. Y entrábamos con los dientes apretados, eso nos fue dando triunfos y más triunfos y nos hizo mantenernos en los primeros lugares. Aquí de Playa Ancha hicimos un recinto inexpugnable, porque no nos ganaba nadie. Si empataban se iban felices los rivales.”

Avalados por un gran y regular campaña, llegaría la última fecha el 5 de enero de 1969, en que Wandereres, con24 puntos, debía jugar en el estadio nacional de preliminar con Audax Italiano; mientras que de fondo, Universidad de Chile, con 23 puntos, se medía con Palestino. Así recuerda Olivares aquel histórico día: “empezamos muy bien, íbamos ganando 2-0 y de pronto nos confiamos un poquito y nos empataron a  2. Volvimos a tomar las riendas del partido y quedamos arriba 3-2  y ya cerca del final nos hacen el empate.” Con ese resultado, el decano sumaba sólo un punto, lo cual no le aseguraba el título, ya que las 25 unidades que totalizó no eran suficientes para alejarse de su más cercano escolta, la Universidad de Chile. “Tuvimos que quedarnos a ver el partido de fondo, porque si Universidad de Chile ganaba, teníamos que quedarnos en Santiago a jugar la definición el día martes, pero sucedió casi lo mismo, Universidad de Chile iba ganando 2-0, empataron a  2, luego quedó arriba 3-2 y cuando quedaba muy poco tiempo vino un tiro de mucha distancia que se le fue por entremedio de las piernas al arquero uruguayo que tenían en ese entonces y Palestino logró el empate a 3.  Ahí fue la algarabía que nosotros no esperábamos nunca, estábamos  soñando que íbamos a jugar la final el día martes. Fue un regalo que nos cayó del cielo el gol que regaló el portero.”

El regreso por la ruta 68, sin lugar a dudas fue inolvidable para el plantel: “salimos campeones y ya a la vuelta en Curacaví la gente nos estaba esperando como a las tres o cuatro de la mañana. Después llegamos  a Valparaíso… para qué le digo cómo estaba la gente.” Al igual que hace 10 años atrás Valparaíso se transformó en una fiesta y una multitud de personas bajó de los cerros al plan para recibir a los campeones y a la caravana de buses que venían desde la capital. “En ese entonces se premió el esfuerzo que nosotros hicimos, y lo que más le gusto a la gente es que todo lo que hicimos se lo dedicamos a ellos; era un cariño reciproco, en donde nosotros para ellos y ellos para nosotros que nos alababan y nos aplaudían.”

Selección Nacional

“El Piltra”, como apodaban a Juan Olivares, no sólo es recordado por ser el mejor arquero en la historia de Santiago Wanderers, sino también por ser uno de los mejores del fútbol nacional. Además de defender los colores del decano, enriqueció su experiencia como portero en dos mundiales, campeonatos sudamericanos con la camiseta de Chile, y giras y copas Libertadores en los distintos cuadros en que jugó. Pero es, sin lugar a dudas, el hecho de jugar por la escuadra nacional uno de sus máximos orgullos: “ser seleccionado chileno es lo máximo que puede sentir un jugador. Primero ser titular en su equipo, segundo, una buena trayectoria que lo haga ser llamado a la selección de su país. Yo estuve 10 años y fui a 2 mundiales: el 66 en Inglaterra y el 74 en Alemania.”

Uno de los encuentros que quedaría inmortalizado en la historia del balonpié criollo y del cual Juan Olivares fue testigo presencial, pues en dicha ocasión le tocó jugar de titular, es aquel empate 0-0 conseguido por Chile ante la Unión Soviética en 1973, que le dio a nuestro país la posibilidad de ir al mundial de Alemania. Dicho partido ha sido elevado a la categoría de mito, pues no existe registro gráfico ni audiovisual de lo acontecido ese día. Eran tiempos de gran tensión política entre ambos países, debido al reciente golpe militar que había afectado a Chile y al régimen comunista regente en la URSS.

El histórico portero caturro nos relata que “empatamos a cero, con un clima muy hostil. En ese entonces aquí había habido un problema, donde la política entre los dos países estaba muy chocante. Rusia nos recibió muy mal cuando llegamos allá, nos tuvo como dos horas y media en el aeropuerto sin poder entrar, porque en la visa Carlos Cazelli llevaba bigotes y en ese momento ya no. Entonces estábamos esperando al presidente nuestro, que en ese entonces era don Francisco Fluxá, que había ido a buscar a Suiza a Elías Figueroa que andaba con Peñarol, y cuando volvió se enteró de que hacía 2 horas y media que estábamos en el aeropuerto, llamó al traductor y dijo que si no nos dejaban entrar en tres minutos nos regresábamos al país. Al minuto estábamos adentro, y nos encontramos con piezas de cuatro metros de altura, con un frío de 7 grados bajo cero, una sábana, una frazada y una colcha, y con una alimentación horrible. Con ese tremendo frío tuvimos que dormir con ropa, con el uniforme puesto. La pasamos mal, pero logramos clasificar para ir al mundial de Alemania, y eso fue un premio invalorable para el fútbol chileno.”

Continúa…